martes, 21 de marzo de 2017

Pregón antitaurino


Pregón antitaurino
        
   Jorge Arturo Díaz Reyes
De la pecaminosa fiesta soy azote,
de la barbarie ritual soy enemigo.
No tolero dolor, sangre, ni muerte,
los niego, los prohíbo, los persigo.

Debo imponer a todos mi piedad,
combatir sin desmayo a los impíos,
execrar, desterrar, abolir, castigar
el culto infame de toros y taurinos.

Es mi alta misión en este mundo,
redimirle de los primitivos goces,
que causan los juegos en el ruedo
a toros, toreros y públicos atroces.

la befa, el grito, la pared, la pedrada,
el anatema, la marrulla, el decreto,
la ley, la excomunión y la trompada.

No hay medio ruin, si el fin es bueno;
evitar que el toro muera, cara a cara,
usando sus astas, la vida defendiendo,
amo de su poder e instinto, cual otrora.

II

No, no lo puedo sufrir. ¡Qué no lo vea!
El animal muerto en la arena !No, no!
A la vista general, y en una ceremonia,
con sol, música, colores y alegría !No!
Que muera como a todos hoy matamos,
inerme, a mansalva, y a escondidas.

Sí, así, para devorarlo, y de sus restos
hacer con mimo rejos, látigos y bridas.
El único ser que no ultimamos a traición,

para borrar del todo esa maldita tradición
que nos evoca eras en que fue sagrado.

Tapiar las cavernas de Lascaux y Altamira,
olvidar la épica taurómaca de Gilgamesh,
destruir los rastros de Mitra, Minos, Indra,
y del eral dorado que también fue Yaveth.

No recuerde nadie que fue mito primero,
que antes de la historia fue dios adorado,
que vigor, potencia, feracidad eran toro,
ni que en luna creciente fue simbolizado.

III

Han sido muchos, años, milenios !Basta ya!
!Paso a la modernidad! a los valores nuevos,
al honor nuevo y al coraje que de moda está,
ya los héroes no se baten como caballeros.

Hoy usan botones, misiles, y a distancia,
liquidan por televisión pueblos enteros.
Ya, ir de frente, arriesgar, no da prestancia,
no es la civilizada honra que queremos.

¿Celebrar el arrojo, la verdad, la bravura?
¿Exponerse a las toros? ¿Hacer de tal un arte?
No, eso es anacronía, estupidez, incultura,
masoquismo, sadismo, perversión, disparate.

Ahí están los mataderos y las carnicerías,
sitios propios, en los que la feliz manada,
sin ruido, sin ole, sin boato, días tras días,
  

No como bravos, con más de cuatro años.
No, con dos basta, la carne es más jugosa,
los cuidos, el pasto, la crianza más baratos,
y la matanza resulta moral, por ventajosa.

IV

Odio las corridas y a los que las perpetran.
Es mi deber prohibirlas y eliminar la raza,
inquirir, señalar a quienes con ellas pecan,
salvar mis escrúpulos de su cruel amenaza.

Soy bueno, civilizado, compasivo, sensible.
Detesto valentías que hieran mis melindres,
metáforas que invoquen mi pasado terrible,
de igualdad ecológica, y miedos indecibles.

  
frágil, sin ventajas impunes de la tecnología,
distante a mi presente de abusos naturales,
de amo fatal del mundo, rey de la zoología.

V

¿Entonces? !Callar! Obedecer. No torear.
Eso es cultura de muerte, y yo soy vida,
y en mi cultura la muerte ya tiene su lugar;
la negación, los medios, y la virtualidad.

Publíquese y cúmplase mi real voluntad.
Desde ya, el toro no morirá en la arena,
se le asesinará por miles, en oscuridad,
sin nombre, sin lujo, sin gloria, sin pena.

Oculto a los ojos de la gente gil,
no idónea, ni libre para distinguir
lo bueno, lo malo, lo justo, lo vil,
o lo que deba o no deba ver y oír.

Yo soy el protector del público necio,
yo soy quien gobierna la moralidad,
yo soy el guardián del vulgo sin juicio,
yo soy del municipio luz y autoridad.

Cali, diciembre de 2012 

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