Lorca, Saura, Gades, Hoyos, Blanco... la danza torera
Jorge
Arturo Díaz Reyes
¡Ay mi sombrero! es cantado por Blanco, acompañado por “músicos
de pueblo” en el baile pobre que celebra la boda sangrienta. De pronto,
Leonardo (Antonio Gades), el amante que asecha, queda frente a la novia (Cristina
Hoyos) y empujados por la música y la pasión reprimida, bailan, bailan el pasodoble,
cortamente, pero quizá con la más intensa expresión que tuvo nunca.
Oír la irrepetible voz de Pepe, ver a Antonio y a
Cristina, solos entre todos, hechos uno, llevados por el son de la canción y el
deseo, en el ambiente cargado, realista y al mismo tiempo fantástico, creado por
Saura, sobre la invención de Lorca, es una cumbre del arte, del cine repito (por
supuesto no del hollywoodense).
En el preciso momento en que se oye “Sombrero ¡Ay mi sombrero!
eres de gracia un tesoro, y tienes rumbo
torero cuando te llevo a los toros...” la cámara toma la pareja de cuerpo
entero danzando con esa majeza que ha hecho del arte popular español una
singularidad preciosa de la humanidad, y que es tan propia del buen toreo. La música,
la escena y el abrazo prohibido terminan en un grito desgarrado, de la madre
del novio, un grito de ofensa, de rechazo y de anuncio de lo que pasará.
Pero antes, inmediatamente antes, el amante ha dado a su
amada un auténtico, lento y majestuoso pase natural en redondo que es todo un
poema y una declaración de principios; la poesía, el teatro, la música, el
canto, la danza, el cine y el toreo juntos. La cultura, nuestra cultura.